Son tokens cuyo uso supone la financiación de una red, y que usualmente, son distribuidos a través de “Ofertas Iniciales de Moneda” (ICOs). Generalmente la compañía que los respalda con su infraestructura vende este tipo de fichas con el objetivo de obtener financiación para su desarrollo o para comenzar a operar, y a cambio ellos los reciben posteriormente como medio de pago por servicios o bienes.
El valor de estos tokens radica en la confianza que ponen los usuarios en la red o empresa, y en la demanda del bien o servicio prestado. La mayoría de estos tokens son creados a través de la red de Ethereum, frecuentemente a través del estándar ERC-20. Una de las desventajas de este tipo de tokens es que su valor en el mercado podría fluctuar, dado que en contraste con los tokens de valores, no están vinculados a otro activo relativamente más estable, aunque la red o empresa que los emite puede decidir aceptarlos a una tasa de cambio fija para inspirar mayor confianza.